LA INSTALACIÓN ARTÍSTICA “PALMASOLA”
Escena
de "Palmasola"
Reflexiones después del XII Festival Internacional de Teatro 2019 (FITCRUZ)
Una diferencia básica entre el espacio
teatral y el museo de arte consiste en que en el teatro los espectadores se
ubican fuera del escenario, mientras que en el museo entran a escena ubicándose
dentro del espectáculo, es decir, los visitantes circulan entre las obras. Por
supuesto que existen obras que son excepción a esta diferencia por definición,
y el XII Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz nos ofreció algunos
claros ejemplos de ello.
En esta línea, una de las obras
de teatro más destacadas fue “Palmasola” (Suiza), dirigida por Christoph Frick,
con un elenco compuesto por los actores bolivianos Jorge Arias, Omar Callisaya,
Marioly Urzagaste y el alemán Nicola Fritzen en el rol protagónico. La obra
tuvo tres funciones el 27 y 28 de abril en el subsuelo del Centro de la Cultura
Plurinacional, con una asistencia promedio de cien personas por función. La
puesta en escena fue osada, porque se planteó como una visita al Centro de
Rehabilitación de Palmasola, en la que los espectadores permanecían parados
durante toda la obra; pero no en un mismo sitio, ya que no habían sillas ni existía
un escenario delimitado, todo el subsuelo del CCP era el escenario, de modo que
los espectadores nos encontrábamos de entrada “en medio” de la obra.
De ese modo dinamitaron la
noción clásica de espectador y la famosa cuarta pared. Fue una escuela para ver
cómo el espectador no es únicamente aquel que está fuera del escenario, ni
tampoco es solamente aquel que no actúa en la obra. En diversos pasajes, los
actores que no participaban de la escena se hallaban inmiscuidos en medio de
los espectadores –junto con el personal técnico–, o estaban distribuidos en
diferentes zonas del espacio, eran espectadores de aquello que acontecía en la
obra. Uno podía recordar aquellos videojuegos en los que el avatar se encuentra
descansando sin parlamento ni función aparente alguna hasta que no se logre
abrir el siguiente nivel del juego. De repente, en rápidas transiciones la
acción pasaba a otro lugar, los espectadores tenían que darse la vuelta, girar
a los lados, volver sobre su mismo eje, para seguir los intercambios entre los
personajes que sucedían a su alrededor.
El actor Nicola Fritzen
comenta: “Desde la primera vez, fue el año 2016, cuando vinimos a ver este
espacio y nos lo mostró Marcelo Alcón, yo me enamoré del subsuelo, porque tiene
tantos detalles para aprovechar, desde los grafittis, los escombros, el espacio
a cielo abierto, había mucho para usar en la obra…”. Y fue este uno de los
puntos fuertes de la obra, la manera en que convirtieron en protagonista al
espacio. Era un imperativo, toda vez que la productora Klara
Theaterproduktionen, en co-producción con el Goethe-Zentrum Santa Cruz,
experimentaron la vivencia de visitar el Centro de Rehabilitación Palmasola, y
conversaron con los prisioneros, realizaron talleres de intercambio, filmaron
el espacio, recopilaron testimonios de las peripecias que vivieron muchos de
los reos en los acontecimientos violentos de marzo del 2014, entre otros
eventos de los que poco se conoce en detalle, más allá de las noticias que genera
el aparato mediático local.
Así pues, “Palmasola”, también
conocido como el “pueblo prisión”, juega las veces de un personaje conceptual,
por la rareza de su organización, su infraestructura atípica, su sobrepoblación
y la singular forma de convivencia. Dentro de sus paredes se vivió durante
largos años la opresión y la tortura por parte de un sector de los reclusos
mejor conectados con las influencias externas. De los que están ahí, casi 6000
detenidos, se sabe que muchos llegan por un desdichado giro del destino, de la
noche a la mañana, sin que se haya comprobado su culpabilidad, y según indica
la investigación de la productora, sólo el 25% de los reos detenidos en este
penal tienen una sentencia, el resto se encuentra en detención preventiva. Las
condiciones de vida en muchos sentidos son infrahumanas.
En términos artísticos, la
fuerte personalidad de ese espacio y su terrible sensación de encierro caótico
y desolador, se tradujo en una puesta en escena que parecía más una instalación
artística que un espacio teatral. “Es un poco raro, no es como un museo, pero
era más como una instalación” – nos comentaba Nicola Fritzen. Ese concepto es
clave, nos lleva a distinguir entre exhibición tradicional e instalación
artística. En una exposición tradicional el espacio es anónimo y neutral, le
interesa las obras de arte por ellas mismas; en cambio, una instalación
artística se adecua al espacio, y el público se integra al espacio de la
instalación y se vuelve parte de él. Fue así que Palmasola se apropió
completamente del subsuelo, fue una puesta en escena que exprimió cualidades
del espacio –originalmente un parqueo de automóviles– combinando el lenguaje
teatral del cuerpo con el audiovisual y algunos destellos de performance.
La noche de la primera función
en el CCP fue fría y ventosa, más de cien personas estábamos siendo parte de
esta obra cual si fuéramos fantasmas, la acción entre los personajes
transcurría a través nuestro como si no nos vieran, como si estuviéramos en
Palmasola sin estarlo. Cerca al final se leían ya rasgos de agotamiento en los
cuerpos de los presentes, cansados de estar parados, abrumados, presenciábamos
la narración de terribles prácticas aleccionadoras, torturas físicas,
psicológicas y espirituales, como si uno de los reos –el extranjero que había
sido ingresado en la prisión– nos leyera el diario de su iniciación en la
prisión, “Palma-yoga”, junto con los hechos de la sublevación de los
prisioneros aquella infame noche.
En suma, la obra ofrece una
fuerte crítica social y política. No se
puede decir que nadie se movió de sus asientos al finalizar la obra, puesto que
no hubo asientos, pero de todos modos, casi nadie se movía, quedaron grupos
dispersos en diversos sectores, algo desconcertados, con una sensación flotante
de desolación y extrañeza: había que tomarse unos minutos para salir de la
inmersión. Yo me fui pensando en la larga distancia que separa a veces la ley
escrita de la ley que se practica en el país.
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