USOS COMUNITARIOS Y ALTERNATIVOS DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS
Por: FERNANDO OSSANDON
Presentación
Otra funcionalidad es la de reconocimiento y promoción de liderazgos. Preservar la existencia de ciertos dirigentes en el ámbito de las artes, la política, el mundo social u otro. Y cargarlos de una determinada significación y emoción. Se los deja plasmados, en un acto de consagración de memoria a futuro, para reconocimiento y valoración por parte de las generaciones que vienen.
Independiente de los estilos pictóricos –que pueden ir desde el hiperrealismo a la máxima abstracción-, del carácter análogo o fantasioso de las imágenes representadas, de las técnicas y formatos materiales utilizados –los primeros murales callejeros contemporáneos utilizaron pinturas al agua con tierras de colores-. Hoy la variedad de materiales y técnicas al alcance de los grafiteros, muralistas y vecinos de cualquier comunidad es enorme, facilitando, además, su combinación.
ENCUENTRO INTERNACIONAL DE GESTORES
CULTURALES: Saberes y haceres de la gestión cultural
SANTA CRUZ DE LA SIERRA, BOLIVIA
25 al 28 de octubre de 2017
Presentación
Levanto esta reflexión en torno a dos
preguntas, que no son nuevas, pero si importantes: ¿Qué es?, ¿qué son?...los
espacios públicos / ¿Cuándo podemos afirmar que estamos frente a una iniciativa
comunitaria? Una respuesta actualizada a estas interrogantes podría ayudarnos a
repensar el quehacer, a resituar el sentido de nuestras acciones de gestión
cultural.
Abordemos el tema en cuatro pasos:
uno, acerca del espacio público y su uso por parte de las intervenciones
artísticas; dos, condiciones del entorno en el que se desenvuelven estas
actividades; tres, ¿qué hace comunitaria a una determinada intervención
artística del espacio público? Finalmente, algunas conclusiones para pensar la
construcción de estos espacios desde la praxis.
El propósito que nos anima es
compartir con ustedes una reflexión crítica acerca del uso de los espacios
públicos por parte de grupos de iniciativa
(G.I.) de carácter artístico o comunicacional. Es una invitación a “detenerse”
a pensar los alcances y significados de dichas intervenciones, en especial aquellas
que tienen pretensiones sociocomunitarias.
Hablo desde la sistematización de
experiencias y la investigación social, acumuladas a nivel personal a lo largo
del tiempo en materia de comunicaciones y de gestión cultural, en Chile. Hoy hago
parte de un colectivo de investigación de la gestión cultural y ocupamos
nuestro tiempo en estudiar y acompañar la realización de “museos a cielo
abierto” que están proliferando en el país[1].
También dedico tiempo a incentivar las comunicaciones propias de los sectores
sociales emergentes a nivel local y temático, en especial, las radios
comunitarias.
1.
Acerca del espacio público como lugar
físico
Mayoritariamente se trata
de espacios físicos (territorios, lugares):
a) de carácter privado y acceso público (la cerca o
muralla de una vivienda o sitio),
b) de carácter público y acceso público (un puente, una
plaza, el muro de contención vecinal en un cerro),
c) y de lugares privados abiertos a la interacción pública
(la sala de atención de público de un consultorio, la multicancha, el gimnasio
comunal, los patios de la escuela, la casa de la cultura distrital, etc.).
Solo se excluyen de la
gestión pública los espacios de uso
privado o íntimo (el interior de un sitio u hogar, el box de atención
médica del consultorio, las oficinas destinadas a los funcionarios, las aulas
del colegio).
Lo señalado imprime
ciertas restricciones al uso “público” de los espacios reseñados por parte de
los G.I. Obliga, en la mayoría de los casos, a hacer ciertas negociaciones u
obtener permisos o autorizaciones antes de ocuparlos.
Hay quienes optan simplemente
por apropiarse de los mismos. Y aún más, hay quienes optan por transgredirlos,
motivados en una suerte de derecho adquirido para hacerlo (es el caso de los
adolescentes, pero también de quienes lo sienten así por motivos ideológicos,
éticos, de rebeldía ante las desigualdades, la discriminación y la opresión). Lo
cierto es que si el espacio público “es de todos”, lo que cabe es aceptar la
presencia del otro, jugárselas por la sana convivencia y no por la imposición,
incluso cuando nos motiva la rebelión y el cambio social.
Una observación técnica sugerente sobre estos lugares físicos. Como nos
enseñó el destacado muralista callejero Alejandro Mono González hace apenas
unos meses, a los estudiantes y a mí en una charla: el espacio físico no hay
que verlo solo desde la “mirada plana” (a la altura de los ojos –el largo, alto
y ancho de las cosas), sino que también hay que mirar “hacia abajo”, el suelo
(como lo hace, por ejemplo, el Parque por la Paz Villa Grimaldi, en Santiago,
que conserva intactas las superficies del suelo del recinto de detención
secreta de la dictadura, que los sobrevivientes retienen en sus recuerdos, ya
que es lo único que podían ver a través de las vendas en sus ojos) y “hacia
arriba” (como lo hizo el propio Mono González con artesanos volantineros en su
exposición Sueños en Vuelo, en el Museo Nacional de Bellas Artes o con los
brigadistas que lo acompañaron a pintar arriba del techo de una escuela en
Valparaíso, mural que solo puede ser apreciado desde los cerros, que operan
como miradores naturales para vecinos y turistas).
2.
¿Qué entendemos por “lo público”?
Pero, no se trata solo de observar la morfología de estos lugares.
También está en juego algo más de fondo, la concepción que tenemos de lo
público.
En el mundo de hoy, crecientemente mercantilizado, o sea, donde la
inmensa mayoría de los bienes y servicios están sujetos al proceso privado de
compra y venta, lo público es concebido de dos maneras diferentes (Casas, 2007):
a) como el espacio donde “se
negocian intereses particulares”: un mercado de abastos, el mall, el concierto pagado, la sala de
teatro comercial, el desarrollo local –que vela por articular actores que
representan intereses diversos, en última instancia, de tipo individual-.
b) como el lugar que se
construye colectivamente, el espacio “en común”, de uso y significación
colectiva: una plaza, una cancha deportiva abierta a la comunidad, un hospital
público.
En el mundo capitalista actual,
predomina la primera visión, la de negociación y conciliación de intereses
particulares. Y son más escasos los espacios o lugares “en común”. Estos
últimos requieren de mucho esfuerzo y perseverancia para ser cultivados,
mantenidos, ocupados, apropiados, resignificados…
En
cualquier caso, el espacio público es una
construcción, el resultado de un compromiso y un hacer colectivo. Una plaza
bella y bien equipada cuyo pasto y juegos nadie ocupa puede ser un bien urbano
decorativo interesante para la renovación del aire o el deleite visual de
transeúntes en autos, pero “es” un “espacio público” solo cuando seres humanos
se encuentran en esta, la ocupan y desarrollan habitualmente actividades
orientadas por el bienestar colectivo.
3.
Condicionantes del entorno
Para evaluar las posibilidades de construir espacios públicos en común, recordemos algunos condicionantes del
entorno que se han vuelto casi estructurales y casi universales en el mundo
globalizado actual:
a. Prevalencia del individualismo, asociado o no al
consumo de bienes y servicios, y la individuación, o sea, el reconocimiento de la persona como alguien válido por sí mismo.
Son marcas actitudinales y valóricas que predisponen nuestras vidas, nuestro
ser y estar en tiempo presente.
Ya lo
dijimos: estamos + acostumbrados a provocar o conciliar conflictos entre intereses
privados que a consensuar y construir un interés en común. La individuación, en
cambio, asegura relaciones duraderas y significados más compartidos, profundos,
no instrumentales.
b. Cultura de lo desechable, lo efímero. Solo los
registros y el trabajo de memoria nos defienden del olvido. Pero somos nosotros
mismos –no “el sistema”, que es una abstracción- quienes a menudo desechamos
objetos, recuerdos, personas, porque revisten poca o nula utilidad práctica a
nuestras vidas en tiempo presente. El uso del tiempo libre, cada vez más
abundante, se prioriza destinarlo al individuo y la familia antes que a la
comunidad (PNUD, IDH Chile, 2015 / Bauman, 2003).
Nos comportamos de una manera marcadamente utilitarista y práctica. Los
sectores populares, que se saben o se sienten
vulnerados, no miran al “progreso” futuro de la sociedad a la hora de buscar apoyos
para cumplir sus sueños, estos son siempre concretos, alcanzables. El
pragmatismo inunda también la participación social: aceptamos participar para
resolver problemas o elegir a un representante (dirigente), pero no nos interesa
dedicar tiempo a la discusión acerca de la naturaleza de esos problemas o el
programa de los candidatos; eso es aburrido, no interesa. El resultado es que
se refuerza “una concepción apolítica de la política” (PNUD, Ibíd.).
c. Las relaciones desechables
vienen acompañadas de incertidumbre.
Vivimos en un mundo precario, incierto, donde no sabemos si podemos (o
queremos) conservar nuestros empleos, nuestras parejas, los vecinos que nos
rodean. Las distancias generacionales se agrandan, lo que se expresa en
idiomas, prejuicios y estereotipos socioculturales acendrados desde distintos
lados (Bauman, op. cit.).
Así se instala la desconfianza y el temor al otro, se refuerza la
discriminación al distinto, al desconocido, aunque este último sea alguien cuyos
ancestros hayan vivido en este lugar durante siglos con antelación a nosotros.
Son elementos inmateriales, sentimientos incluidos, que en nada colaboran
a la construcción de espacios en común, más bien los obstaculizan. Estamos
dispuestos a participar si y solo si obtendré algún beneficio particular
(individual – familiar), difícil que lo haga en aras de un bien colectivo
(PNUD, op. cit.).
Pero son, a mi modesto observar, los jóvenes y las mujeres quienes más a
menudo toman iniciativas para desafiar esas
tendencias regresivas, e introducir una acción que nos devuelve cierta
racionalidad y mirada de futuro compartido.
d. La glocalización, esto es, que los problemas y realidades impuestas
por la mundialización de las economías se han vuelto locales, presentes en
cualquier localidad. La zapatilla, el bluyín, el suchi, la pizza y la
carne mongoliana ya son parte de la cultura cotidiana de los sectores populares
de cualquier localidad urbana de mi país.
En consecuencia, la antigua distinción de los estudios culturales entre
“lo propio” y “lo ajeno” ha perdido sentido. Mejor preguntar acerca de si un
bien o servicio es auténtico, acaso nos hace sentido, aun cuando haya nacido
de una “imitación” o “copia”. Este punto de vista no elimina ni minimiza el
folclore, pero sí lo circunscribe en las pretensiones de algunos cultores de
erigirlo como “la” principal raíz de nuestras identidades.
e. Prevalece una creciente institucionalización de la vida cotidiana
y de la satisfacción de los desafíos del desarrollo. Para que “algo” tenga
éxito en torno a los propósitos que se persiguen se requiere persistencia, continuidad,
coherencia y flexibilidad; se requiere ganar legitimación, aceptación, que se lo
quiera y eche de menos si no está. Este proceso se resuelve con
profesionalismo, conocimientos, respaldos, alianzas, o sea, con
institucionalización y redes. Y me refiero no solo a las instituciones
públicas, también a la sociedad civil y sus organizaciones artísticas y
socioculturales.
Esta última tendencia acontece sobre un debate soterrado, no reconocido
públicamente, entre los partidarios de la
autogestión y los que abogan por desarrollar
el potencial participativo de las instituciones públicas. En lo personal, siento
admiración por quienes son consecuentes con sus principios e impulsan todo tipo
de agrupaciones, colectivos e iniciativas artísticas sin apoyo de institución
alguna. Pero, su impacto social a menudo se limita a quienes participan de
aquella experiencia, no logran irradiarlo más allá y tienen dificultades para mantenerse
en el tiempo. El mundo moderno post – industrial es un mundo de redes, de colaboraciones
múltiples. Y las instituciones, aunque cuesta que reaccionen y se abran, son
también espacios para la democratización de la cultura y los trabajos en red.
f.
Otro rasgo conocido del entorno es la proliferación de medios digitales y la introducción de tecnologías en la gestión de la vida cotidiana
de las personas, la configuración de la sociedad del conocimiento. Como dijo Manuel
Castells (2009), las tecnologías de la información y la comunicación son un
factor que genera inclusión y exclusión a la vez, acorta unas brechas a la vez
que alarga otras.
No podemos permanecer pasivos ante tremenda contradicción. Podemos aprovechar
las tecnologías para aumentar la productividad, para difundir de manera más
amplia, rápida y oportuna, y también para interactuar con las audiencias que
deseamos impactar a través de las plataformas interactivas y de tipo
transaccional.
g. En suma, en la modernidad actual ahora “pasa de todo”. Pensemos
en las modas, las tendencias artísticas, los gustos musicales, los deportes…
Como dijo hace poco un economista destacado en Chile: “Hoy, [a diferencia de
antes] somos un archipiélago de tribus desconfiadas unas de otras e incapaces
de dialogar” (Manuel Marfán, 2017).
Esto último explica en parte las enormes distancias que establece la
ciudadanía respecto de las élites, lo que se traduce en desconfianza y falta de
credibilidad (PNUD, ibíd.).
Un caso significativo es el de las nuevas oleadas de inmigrantes latinoamericanos y del Caribe hacia Chile, acrecentadas
desde el 2009 en adelante. Una tesista de magister en comunicaciones, Cynthia
Osorio (2017), hizo una investigación en torno a la presencia de los
inmigrantes haitianos en la población Los Nogales, en Santiago. Descubrió
varias cosas, siendo la principal que las comunidades de acogida –nogalinos- y la de
llegada -haitianos- “no se pescan”[2]
mutuamente; se toleran, pero no interactúan. Para salir al paso a este fenómeno
la autora propone ocupar siete espacios o instancias de marcada incidencia
local como “puentes” para establecer interacciones –o sea, interculturalidad-
entre ambas comunidades: la cancha de futbol, la parroquia, los medios de
comunicación local, el colegio, el consultorio de salud y la municipalidad. Analiza,
por supuesto, las potencialidades y dificultades en torno a cada uno de estos.
De esta situación se desprende una reflexión de tipo más general: podremos
consensuar en el Congreso Nacional una nueva ley de migraciones y obtener del
gobierno una mejor política pública sobre el tema, con la participación activa de
organizaciones de inmigrantes en su elaboración, pero el problema seguirá
vigente igual, mientras no se logren activar los “puentes” socioculturales e
inmateriales que nos lleven a vivir prácticas cotidianas de interculturalidad.
Mientras tanto, predominan los prejuicios y estereotipos, las conductas
abusivas y el miedo al extranjero de piel morena y hablar raro… estos factores
culturales son más fuertes que la ley.[3]
4.
Funciones de la intervención
artística en espacios públicos comunitarios
Funciones:
En primer lugar está la
construcción o reforzamiento de las identidades, sea de parte del G.I., de
la comunidad destinataria o de ambos. Construir identidad es reforzar el
sentido de pertenencia, el que se adquiere por simple adscripción (haber nacido
en un determinado territorio o grupo humano) o por adhesión (como ocurre con la
identificación que establecemos con el club de fútbol “de mis amores”). Este
sentido de construcción se identidad se manifiesta de diferentes maneras:
-
La autoafirmación. Rasgo típico y definitorio en manos de los
grafiteros, cuando dejan su firma (tag)
estampada en un muro, normalmente jugando visualmente con letras gráficas.[4]
-
La diferenciación. No solo se marca una pertenencia
“afirmándola”; también se lo hace marcando las distinciones de otras
identidades.
-
El señalamiento de una actitud, de una predisposición hacia
la convivencia, hacia el ser en común y el compartir. Normalmente esta expresión
adopta la forma de un llamado al público a asumirlas como propias.
-
La exposición de valores. Aquellos que nos comprometen y que
esperamos otros los compartan y hagan suyos también.
-
Los mitos, ritos y leyendas. También hacen parte de una
cultura identitaria específica, identifican a los integrantes de una
determinada comunidad e invitan a estos a renovarla, incorporando a nuevas
generaciones a su conocimiento, valoración y práctica. Es el trabajo en torno a
“las raíces” de una determinada comunidad o conglomerado humano.
F.1 Los Mabülls, antepasados de los árboles, según Sofrenia
F.2 Por el derecho a pintar. Pintarte, de Chillán
F.3 Barra brava de Colo Colo, marca territorio local como propio.
Una segunda funcionalidad
importante es la promoción de causas.
El compromiso que los autores de las intervenciones artísticas (G.I.) tienen
con: la defensa y promoción de los derechos humanos; los pueblos originarios
(cuya población, en Chile, alcanza a alrededor del 10% de la población, siendo
la causa mapuche la que alcanza mayor visibilidad); también ha surgido con
mucha fuerza y creatividad el compromiso con la preservación del medio ambiente,
en todas su formas y variedad –agua, aire, desechos de la extracción mineras,
amenazas a especies protegidas, entre muchas otras-. Se ha pasado de la simple
denuncia a la acción, desde el malestar a la prevención, y de ser preocupación
de elites ilustradas a la lucha y compromiso de sectores populares y
subalternos.
Otra funcionalidad es la de reconocimiento y promoción de liderazgos. Preservar la existencia de ciertos dirigentes en el ámbito de las artes, la política, el mundo social u otro. Y cargarlos de una determinada significación y emoción. Se los deja plasmados, en un acto de consagración de memoria a futuro, para reconocimiento y valoración por parte de las generaciones que vienen.
F.4 Causa
Mapuche y ambiental en una sola imagen. Mural en Castro, Chiloé.
F.5 Salvador Allende, a través de
sus emblemáticos lentes. MACA de Cerro Navia.
Cuarta funcionalidad es hacer memoria, o sea, rescatar aspectos
olvidados o en abandono para exhibirlos en tiempo presente y con ello
preservarlos y compartirlos. “Que no se olvide”, “que se conozca”... Hacer
memoria es recordar en torno a los recuerdos que conservamos; es decir, es un
proceso altamente selectivo y que –como toda historiografía- se hace a partir
de preguntas y sentidos acuñados en el aquí y ahora. Puede venir cargado de
nostalgia, rabia… o de un descontaminado deseo por conocer “que pasó”.
F.6 Chinchinero, oficio recreativo en extinción,
inmortalizado en mural en cerro de Valparaíso.
Quinta funcionalidad relevante es la de sanación. Tratándose de grupos sociales vulnerables y/o de extracción
popular, ellos han debido sufrir procesos difíciles de sobrellevar y rupturas
cargadas de dolor y daño. Dramas
originados por acción humana, como una dictadura política, los efectos de un
ajuste económico impuesto, la súbita aparición de una crisis de valores; o por
acción natural, como un terremoto, inundación, aluvión, el desborde de las
aguas de un río; o por una combinación de ambos, por ejemplo, un incendio
urbano - forestal. El desarrollo de las capacidades expresivas de los afectados
en talleres artísticos comunitarios, les permite “sacar afuera” sus emociones,
“compartir” o “encontrarse”… en suma, “volver a creer” en sí mismos, en la vida
y en los demás.
Una funcionalidad universal del arte en ambientes callejeros es la de embellecer. “Poblar de color” espacios
habitualmente grises, abandonados a su propia suerte.[5]
En el caso del primer museo a cielo abierto hecho en Chile, el de Valparaíso
(1960 – 1973, etapa informal / 1991, museo propiamente tal, hasta la
actualidad) los pobladores percibieron las intervenciones de los desconocidos y
connotados artistas como “un regalo”. Abundan los testimonios de vecinos que se
acercan a abastecer a los muralistas y grafiteros con agua y víveres, o les
guardan las herramientas, es decir, que se involucran tímidamente y de manera
sencilla para agradecer; lo cual sucede tras otorgar, previamente, el permiso
correspondiente para pintar.
Embellecer es tal vez la
funcionalidad más extendida y aplaudida, que ha favorecido el desarrollo del Street art o arte callejero en el mundo.
De allí que proliferen los murales con patrocinio institucional, inmobiliarias
que pintan los muros perimetrales mientras se construye una nueva edificación, locales comerciales –especialmente en barrios
que buscan acentuar su carácter turístico y su desarrollo como espacio cultural integral-. En estos
casos, se añaden propósitos de “responsabilidad social” y/o de “publicidad”
hacia un producto o servicio, el “repoblamiento” de un barrio (gentrificación) o
la “puesta en valor” de su patrimonio.
F. 7 Mural concebido especialmente para realzar fachada de casa en Barrio
Yungay, Santiago.
F.8 MACA en San Miguel. Fondo (edificio) – forma (figura).
F.9 Taller comunitario de mosaicos. MACA en San Miguel
(enero 2017).
F.10 Museo a cielo abierto (MACA)
en San Miguel. Mono González (fondo),
Seth (figura). Dirigenta vecinal Edith
J. Hernández junto a F.O. (enero 2016)
Funcionalidad educativa. Cada día abundan más las
experiencias formales de aplicación del muralismo a procesos educativos, sin
contar las innumerables experiencias informales de artes visuales en espacios
públicos que giran en torno a propósitos “formativos”. Incluso existe un programa de muralismo de
acceso a los liceos, patrocinado por el Ministerio de Educación. Además, las
escuelas son generosas en proporcionar muros, espacios techados y gimnasios a
la acción artística y recreativa, en una perspectiva de “escuela abierta” y cercana
a la comunidad.
Sin embargo, el contacto
de las escuelas no es solo con la “producción” de murales. También hay
experiencias notables de visitas escolares a museos a cielo abierto con fines
didácticos y de educación cívica, es decir, el despliegue de escolares en su
condición de nuevas audiencias, actividad integrada a la formación escolar y el
desarrollo personal de niños, niñas y adolescentes.[6]
En suma…
Es difícil encontrar una funcionalidad generalizable a toda la variedad
de enfoques, propósitos, modos de relacionarse con los habitantes y transeúntes
que animan la ocupación de espacios públicos, incluso si nos remitimos solo al
muralismo callejero. Tal vez esa función con pretensión de universalidad sea la
de proporcionar un estado de ánimo en
común…esperanzador, crítico, colorido, heredero de valores que se desean
lleguen a ser compartidos.
Con todo, las intervenciones artísticas más exitosas, es decir, aquellas
que más impactan a la comunidad residente y transeúnte (audiencias) son aquellas
que han sido concebidas y realizadas en contexto, en diálogo creativo con el
entorno. También tienen especial éxito aquellas que han sido concebidas junto a
los habitantes del lugar o que en su reemplazo les han ofrecido espacio para
diseñar, pintar, colorear.[7]
5.
¿Qué es un museo a cielo abierto?
La expresión fue acuñada
por artistas visuales, seguramente en Europa primero, y en ocasiones ha sido
resistida por los profesionales de los museos tradicionales, quienes lo sienten
como una degradación conceptual.
Lo cierto es que los
museos a cielo abierto (MACA) son una realidad contemporánea extendida y constituye
un término usado por artistas visuales, grafiteros, muralistas y académicos
para representar, a mi juicio, dos cosas:
A cielo abierto
La parte más obvia de la
expresión: un espacio abierto a todo público, gratis, visible y visitable las
24 hrs., los 365 días del año. Se diferencia del museo tradicional, entonces,
identificado como un espacio cerrado, de difícil acceso (a menudo sus edificios
tienen escalinatas que ahuyentan a las personas con movilidad disminuida),
abierto en días y horarios determinados que no son los mejores (p. ej., permanecen
cerrados los domingos y cierran a la misma hora que los trabajadores recién inician
su horario liberado de compromisos laborales); en ocasiones, cobran un precio
por la entrada.
Museo:
Según nuestras
indagaciones, sus autores lo caracterizan como un espacio de exhibición (símil
con una galería de exposición de obras), caracterizado por una cierta
coherencia y línea curatorial (temática, de autor, de identidad barrial, entre
otras). Un elemento destacado en algunos MACA es que conciben un determinado
circuito para su visualización, el cual recomiendan a los visitantes.
El MACA pionero en Chile fue el de Valparaíso. Creado informalmente en
los años sesenta por un artista visual y profesor universitario, que recorrió
con sus alumnos del instituto de arte los muros de Valparaíso pintando murales
expresivos y decorativos hasta septiembre de 1973. Con el retorno a la
democracia, el mismo profesor, junto al connotado director del Museo Nacional
de Bellas Artes de la época, lo organizan formalmente, en 1991, como un
circuito artístico ubicado en el cerro Bellavista, de fácil acceso desde el
plano de la ciudad. Durante varios años, el museo estuvo ligado a un taller
formativo para alumnos de cualquier carrera de la P. Universidad Católica, cuyos
integrantes realizan tareas de mantención y recuperación liderados por una
profesora que oficia como curadora y con el apoyo, además, de la municipalidad
de la ciudad.[8]
F. 11. Mapa – autores y
recorridos MACA de Valparaíso.
El museo a cielo abierto probablemente más conocido, incluso a nivel internacional,
es el MACA en la Villa San Miguel, ubicado en la comuna del mismo nombre, en
Santiago. Nace en 2010, por iniciativa de dos pobladores, que con el apoyo de
organizaciones sociales del sector, se preguntaron cómo enfrentar el
irrefrenable deterioro del barrio y la amenaza de las inmobiliarias que
derriban casas y edificios para construir torres residenciales de altura. Con
la colaboración de Alejandro Mono González, director artístico del museo desde
entonces, presentaron un proyecto al Fondo de las Artes (Fondart) del Consejo
Nacional de la Cultura (CNCA) y con el dinero estimado para financiar 10 obras,
pintaron veinte. En la actualidad, los murales alcanzan 51 obras, creadas por
una variedad amplia de autores que entran en contacto con los vecinos del
edificio y en ocasiones consensuan con ellos las temáticas y diseños.
El
MACA en San Miguel ha permitido a los vecinos acceder a múltiples proyectos de
mejoramiento urbano: pintar edificios, paraderos de microbuses, kioscos y otros
espacios comunitarios y privados, remodelar plazas y una calle central donde
opera una feria periódica de alimentos, entre otros. El deterioro del barrio se
bate en retirada mientras los vecinos recuperan la confianza en sí mismos,
acrecientan su amor por el barrio y los más jóvenes se enteran de las raíces de
esta población generada para alojar obreros de dos fábricas nacionales en los
años sesenta.[9]
Otras experiencias significativas
de MACA se han desarrollado en las localidades de La Pincoya, Población Lo Amor
(Sara Gajardo) de Cerro Navia, av. Santa Rosa –todas en Santiago- y Culturalizarte en Chillán, población
Gómez Carreño de Viña del Mar (listado no exhaustivo).
Así, de las cinco
funciones clásicas que caracterizan a la actividad museística[10]
– adquirir, exhibir, conservar, investigar y difundir- los MACA potencian la segunda
y la última (ponen en valor “obras” artísticas visuales en contexto, y su sola
existencia actúa como medio de comunicación para transeúntes y vecinos); la tercera,
de conservación, es hecha parcialmente cuando hay fondos y recursos para
restaurar o renovar murales deteriorados con el tiempo; y la cuarta, de
investigación es probablemente la mayormente dejada al azar, ya que la
comunidad académica aún no termina de asumirlos como una actividad museística y
patrimonial propiamente tal.
6.
¿Qué hace comunitaria a
una experiencia artística cultural?
Se puede afirmar que ello
sucede cuando se dan las siguientes características:
ü Plena inserción del grupo
de iniciativa (G.I.) en la comunidad destinataria.
ü Contribuye a crear o
fortalecer espacios públicos en la localidad o sector.
ü Asume a la comunidad como
un conglomerado diverso y heterogéneo, más allá de la propuesta identitaria que
la define.
ü Ofrece espacios e
instancias diversas de participación, sin arrogarse la representación de una
parte o del todo.
ü El G.I. rinde cuentas a la
comunidad de algún modo y le permite participar en la gestión, no solo en los
contenidos.
ü Sus acciones tienen un
sello educativo, formativo. Valora los saberes y conocimientos populares, estos
son siempre el punto de partida.
ü Usa un lenguaje coloquial,
simbólico, narrativo, humorístico… comprensible por la audiencia destinataria.
En suma,
Hay que resolver de un modo creativo, persistente y planificado las
tensiones que hacen a la vida comunitaria en tiempo presente. Reflexionar acaso se trabaja: Para, con o desde
la comunidad, sin que haya recetas acabadas para lograrlo. Lo comunitario, en
todo caso, responde a experiencias generadas con y/o desde la comunidad.
Estudiando experiencias recientes –y otras no tan recientes- de muralismo
callejero, nos hemos topado con experiencias que dejan una impronta positiva en
la comunidad sin ser netamente comunitarias. Brigadas o artistas visuales que ni
siquiera piden permiso para pintar un mural en una muralla equis y lo hacen con
escasa o nula participación de la comunidad. Se puede calificar estas acciones
como hechas “para” la comunidad. Y la pregunta es: ¿tienen valor?
Bueno, la población, la villa o el recinto se ven embellecidos, muchas
veces con imágenes que contribuyen a que las personas refresquen su identidad,
les haga sentido, lo sientan auténtico. Y cuando esto sucede, independiente de
quién o cómo lo generó, se desata un efecto dominó positivo: la gente siente
que el entorno de su hogar está más bello, colorido, que atrae turistas, les
mejora el ánimo... El muro pintado se transforma en un “regalo”, un aporte que
–bien manejado por líderes de la comunidad y las autoridades- puede contribuir
al mejoramiento efectivo de las condiciones y calidad de vida de sus habitantes.
Adquieren valor las experiencias que generan lo que Manfred Max Neff (1986) denominaba
“satisfactor sinérgico” y que prefiero llamar “1 + 1 = 3”: al satisfacer una
necesidad determinada se satisfacen otras, normalmente, de carácter inmaterial:
autoestima, resiliencia, apego, afecto, cariño, conocimientos, etc. En tales condiciones, todos o casi todos…
ganan.
El desafío que queda para quienes residen en estas localidades
transformar el regalo de los artistas en un “regalo a sí mismos”, es decir,
desatar ese proceso sinérgico, positivo, de integrantes de una comunidad que
sale de la pasividad ambiente para comprometerse con la construcción colectiva
de un espacio público en común.
7.
Conclusiones
No es relevante que la intervención de un G.I. sea 100% comunitaria para
que genere una influencia positiva en una comunidad determinada.
La acción sociocomunitaria y el Arte Callejero están haciendo aportes
significativos a favor de la calidad de vida de los habitantes y el desarrollo
del territorio:
ü Desatan procesos de
autoestima, sanación y fortalecimiento de las identidades del territorio.
ü En la medida que las
intervenciones “gustan”, la gente las cuida y usa como “suyas”.
ü Generan un ciclo virtuoso
de desarrollo: atraen nuevos proyectos de inversión, despiertan la confianza de
las autoridades, alimentan nuevos sueños y metas a alcanzar en la comunidad.
ü En algunos casos,
dinamizan la agenda pública y el debate político social local.
MUCHAS
GRACIAS.
Referencias
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Urtizberea (ed.), Participación
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Osorio, Cynthia (2017). Comunicación
social como herramienta de interculturalidad e inclusión: conflictos de la
migración emergente, el caso de la Población Los Nogales. Tesis para la
obtención del grado de Magister. Aprobada con calificación de excelencia.
Escuela de Periodismo, Universidad de Santiago de Chile.
PNUD (1 abril 2015). Informe
Desarrollo Humano en Chile 2015: los tiempos de la politización. Disponible en:
[1] Ver blog de La Antesala: https://museosacieloabiertolaantesala.wordpress.com/
[2] Chilenismo para decir “no se toman en cuenta unos a otros”.
[3] Mientras escribíamos esta ponencia se consumó la trágica muerte en
un hospital de Joane Florvil, una joven haitiana (27 años) que fue acusada de
abandonar a su hija bebé en una dependencia municipal, la cual fue entregada en
custodia al Servicio Nacional de Menores en vez de a su marido, Wilfrid Fidele
solo porque este no pudo acreditar su identidad. Cuando fue detenida, Joane fue
expuesta en los medios de comunicación como culpable del delito que se le
imputaría. Todo mediado por la discriminación, la imposibilidad de la pareja de
expresarse en español y la muy tardía intervención de un traductor que logró
incorporar su abogada defensora un mes después, para que pudiera defenderse y
explicar su accionar. ¿El origen del supuesto abandono? La pareja fue robada y
engañada en el recinto público por un chileno; siendo alertada de aquello por
un guardia de seguridad, ella dejó a su hija en manos del guardia –una figura
cultural de autoridad, en Haití- y salió en persecución del delincuente. Al
volver fue detenida, dando origen a un calvario de vastas proporciones. Ver: http://www.eldesconcierto.cl/2017/10/06/el-mes-de-injusticia-que-apago-la-vida-de-la-haitiana-joane-florvil-en-chile/
Descargado el 06 de octubre de 2017.
[4] Para un grafitero, estampar su firma en un muro puede ser “una
señal de orgullo”, la identificación de su presencia en un territorio, mientras
que para los vecinos y transeúntes de ese mismo lugar puede ser una expresión
de “suciedad”. ¿A quién interesa el mensaje – imagen?: ¿Solo al autor?, ¿solo a
la comunidad receptora?, ¿o a ambos?
[5] “Todos los colores bajo el gris de la dictadura”, lema
de la Coordinadora Muralista que organizaron las BRP con ocasión de agitar la
opción NO en el Plebiscito de 1988. (Palmer, 2013: 15).
[6] Ver Experiencia Liceo Manuel de Salas, curso 7 – D (2016): https://museosacieloabiertolaantesala.wordpress.com/category/testimonios/ 4´ (música: Gepe).
[7] Ver Experiencia de videos post – incendio 2014, para la sanación de
sus habitantes y del barrio en cerro de Valparaíso: https://museosacieloabiertolaantesala.wordpress.com/2017/04/10/videos-3/#more-342
[8] Ver blog La Antesala, testimonios. “Testimonio de Paola Pascual,
diseñadora gráfica y curadora del Museo a Cielo Abierto en Valparaíso (MACAV)”
(2016). https://museosacieloabiertolaantesala.wordpress.com/category/testimonios/
[9] Ver blog La Antesala, recorte de prensa de El Mostrador, periódico
on line. “El caso del Museo a Cielo Abierto en San Miguel: Cómo el arte salvó a
una población entera de perderse en el abandono” (2013). https://museosacieloabiertolaantesala.wordpress.com/category/recortes-de-prensa/
[10] Ver por ejemplo: “Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio
Histórico Español, Cap. II. De los Archivos, Bibliotecas y Museos Art. 59.3.-
Son Museos las instituciones de carácter permanente que adquieren, conservan,
investigan, comunican y exhiben para fines de estudio, educación y
contemplación conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico
y técnico o de cualquier otra naturaleza cultural.” Citado por Rafael Azuar (2008:
28).
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