LAS OTRAS VIDAS DEL OBJETO


Ramiro Garavito

De la exposición artística que se exhibió en el Centro de la Cultura Plurinacional entre los meses de julio y agosto del 2017


Entre los meses de julio y agosto se exhibió en el Centro de la Cultura Plurinacional una muestra compuesta por obras de 19 reconocidos artistas bolivianos, en la que objetos comunes adquirían roles impensados a primera vista. La directora Paola Claros precisó: "se trata de una exposición destinada a mostrar el valor artístico de una variedad de objetos cotidianos intervenidos y convertidos en obras de arte contemporáneo por la mirada y la acción de artistas plásticos". La exposición se inauguró con el título “El objeto”, y fue el resultado de un trabajo de investigación curatorial realizado por los curadores del Centro de la Cultura Plurinacional (CCP) y del Museo Nacional de Arte (MNA), ambos dependientes de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.

La muestra estuvo compuesta por 30 obras de 19 artistas. Los artistas fueron Sol Mateo, Juan Conitzer, José Ballivián, Santiago Contreras, Naira Corzón, Andrés Bedoya, Glenda Zapata, Anuar Elías, Iván Cáceres, Vania De Luca, Ramiro Garavito, Sandra de Berduccy (Aruma), Alejandra Alarcón, Raquel Schwartz, Douglas Rodrigo Rada, Ejti Stih y Roberto Valcárcel. Entre los objetos seleccionados por los curadores, se podía apreciar una variedad vasta, desde focos y muñecas, pasando por una biblia, cinta de casete, cucharas, llantas de bicicleta, plátanos, hasta botas impermeables llenadas con agua de distintas ciudades. En la inauguración, las autoridades de ambas instituciones señalaron que se trataba del inicio de un proyecto conjunto con intenciones de ser retomado a futuro.

Santiago Contreras


La experiencia

La primera impresión que podía llevarse el espectador era que se encontraba frente a una muestra que recordaba el valor del reciclaje de objetos usados para exponerlos artísticamente. Si bien era válida como idea inicial, el diseño del recorrido invitaba a dudar sobre esa primera impresión, bastaba con ver las extrañas combinaciones entre objetos dentro de una misma instalación. Aquello era otra cosa. La curadora del CCP, Andrea Hinojosa, planteó este tipo de preguntas para señalar el horizonte de la exposición: ¿Será el espectador quien define lo que es arte? ¿O es el sistema institucional museal quien lo delimita e instaura? ¿O serán más bien los artistas quienes con su firma avalúan lo que debe ser considerado como tal? 


Ya situado en medio de la sala, el espectador se encontraba con una serie de objetos en extrañas disposiciones, como por ejemplo un juego de botas impermeables colocados sobre una pila de ladrillos; o dos juegos de plátanos ennegrecidos colgados en una pared, y acompañados de un sugestivo título que evocaba a la caja toráxica del ser humano; ni qué decir cuando en medio de esta exposición de arte contemporáneo se encuentra un imponente y elegante sillón de madera del escultor Marcelo Callaú, que emerge de un montón de arena, casi irrumpiendo en la pulcritud de la sala iluminada por la luz natural. Extrañeza total, sugerente. Pero de la extrañeza se podía pasar rápidamente al absurdo: en otro sector de la Sala Chiquitano se apreciaba dentro de una caja de vidrio un cuchillo que llevaba incrustado en la punta un pequeño candado, común y corriente, lo cual de todos modos no lo inhabilitaba completamente de la función de cortar. Sin embargo, se podía leer esa intención al ver luego lo que el artista (Douglas Rodrigo Rada) había hecho con un cucharón y un tenedor en su misma instalación. 


Douglas Rodrigo Rada

Quierase o no, la sensación del absurdo es también parte de esta muestra. De hecho, no hubiera sido descabellado titularla "Objetos absurdos". Nos referimos a la noción de absurdo que proviene de la filosofía existencialista, recordemos aquí a uno de sus máximos representantes, Jean Paul Sartre, cuando decía que lo peculiar de los objetos creados por el hombre, es que en ellos siempre la utilidad precede a la existencia. Por ejemplo, la tijera: primero había que concebir una estructura y una articulación que permita cortar papeles, para inventar después la tijera. La utilidad del objeto es su esencia, luego le sigue su existencia. Mientras que en el ser humano ocurre al revés: primero existe, y después debe averiguar sobre su esencia. Ahora, volviendo a los objetos, decía Sartre que lo absurdo sería confeccionar unas tijeras utilizando fideos, pues así se le quitaría su propiedad de actuación para la que fueron inventadas.  

Cabe decir que no fue Jean Paul Sartre sino Marcel Duchamp quien inspiró esta exposición. Los curadores –Andrea Hinojosa (CCP) y Juan Fabbri (MNA)–, retomaron un asunto planteado ya en la historia del arte en la primera década del siglo XX por Duchamp y sus readymades. Recordemos que el francés expuso en el Museo de Nueva York (1915) su obra “La fuente”, el famoso urinario, que firmó como R. Mutt. Esta acción le permitió instalar en el mundo del arte su definición de “readymade”, entendido como objetos manufacturados que se producen masivamente, y que son tomados para ser expuestos, como colección limitada, en un espacio que invita a la contemplación estética. Lo más interesante, y aquí se verá la relación con Sartre, es que estos objetos "ready-mades”, fueron expuestos por Duchamp en la medida en que estaban desprovistos de su utilidad (su esencia), la misma que le daba sentido a su existencia. 

Pero había más, otra vez el absurdo. La operación de Duchamp de re-localizar objetos comunes no se acababa en hacer notar que cualquier objeto puede ser considerado artístico si es que se lo expone en una institución con poderes de canonización. Duchamp tenía una crítica de fondo, recordemos su obra “In Advance of the Broken Arm”, 1964 (cuarta versión después de la pérdida del original en 1915); la obra es básicamente una pala de recoger nieve que está expuesta, y que ha llegado a museos de la talla del MoMA. Por sí sola no dice mucho, pero cambia si se entiende que Duchamp lo expone en el contexto de la Primera Guerra Mundial, convulsionada y en proceso de hacerse un examen a sí misma. Los artistas, en ese momento, ponían en tela de juicio lo absurdo que se había tornado ese mundo con el que no querían tener nada que ver; Europa ardía en llamas y ellos actuaban en reacción de repudio, buscando por diversos procedimientos, como en los inicios del collage, desorganizar la manera de registrar y experimentar la realidad. Por ello Duchamp compartió con líderes del surgimiento del movimiento dadaísta, al cual se lo asimila con frecuencia, incluso contra su voluntad. (La misma palabra “Dadá” fue creada saludando el sinsentido).

Por ello, y aquí está la fuerza de la exposición "El objeto", es que se retoma un motivo artístico, que es el de romper ataduras con las formas convencionales de apreciar las cosas del mundo. Es también una ruptura con el arte impresionista, como Duchamp que reivindicó obras que no se definieran solamente por criterios visuales, o lo que él llamaba obras “retinales”, sino que se apreciara mucho más el sentido conceptual de la obra, y que hiciera esmerar al espectador a encontrar algo en ella más allá de su impresión visual.  Esto significaba romper con los patrones acostumbrados y las cualidades con las que se asocia a lo artístico tradicionalmente (belleza, composición, simetría...). La estrategia de los curadores fue la de reunir obras de artistas bolivianos que habían trabajado antes en su trayectoria con exposición de objetos modificados, buscando que esos objetos provengan de la realidad cotidiana de Bolivia.


La muestra fue bien recepcionada por artistas locales y atendida noticiosamente en los medios. A otro nivel, lo que se logró, en suma, fue también generar un contexto de apertura mental, invitar a concebir los mismos objetos de múltiples maneras, dando luz a sus otras vidas posibles, como objetos inútiles, pero que en el museo o en un centro cultural, encuentran una nueva manera de existir.





Andrés Bedoya









Posdata

Finalmente, cabe tomar atención de una potestad que tiene ganada el artista para sí, y que consiste en la capacidad de nombrar la obra. Varios de los nombres de las obras venían influidos de un aire poético, también juguetón. No podemos dejar de mencionar este elemento por ejemplo en la obra de Anuar Elías, un Cubo de Rubik con los colores de la Whipala, que titula “El mecanismo de las invenciones”. Y más notoriamente aún, el título de la obra de Iván Cáceres, “Una forma de concretar algo que nunca existió se hace infinito como el grito redondo del ser redondo” (2014), que reúne estructuras metálicas con llantas y chiwiñas. Si bien algunos todavía opinan que el título de una obra no debe tener mayor protagonismo, y que es una exterioridad de acompañamiento a la obra, es posible que en esta exposición “El objeto”, el espectador encuentre curiosa la manera en que varias de las obras terminan de decir algo muy diferente en el momento en el que se lee su título.






Iván Cáceres









































Texto: 
Jorge Luna Ortuño


Fotografías: 
Valentina Bacherer

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